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Este relato, magn?ficamente ilustrado por Max, contiene elementos caracter?sticos de la narrativa del autor checo: todos estamos en manos de un destino que no controlamos.
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?Al entrar en el puerto de Nueva York a bordo de un barco que se iba deteniendo, Karl Ro?mann, un joven de diecisiete a?os al que sus padres pobres hab?an enviado a Am?rica por tener un hijo con una criada que lo hab?a seducido, crey? ver la Estatua de la diosa Libertad, que divisaba desde hac?a un buen rato, como si estuviera dentro de un rayo de sol que fulgurara de repente.? As? comienza El fogonero, que se public? como libro independiente en 1913 y termin? siendo el primer cap?tulo de El desaparecido, la inacabada novela de Kafka.
Este relato, magn?ficamente ilustrado por Max, contiene elementos caracter?sticos de la narrativa del autor checo: todos estamos en manos de un destino que no controlamos. El joven Ro?mann defender? con vehemencia al fogonero porque considera que ha sido tratado injustamente, y de su viaje por el interior del barco, que se puede ver como un encuentro con las estructuras del poder, saldr? airoso gracias a un inesperado suceso... (fuente: editorial)
Praga (1883)-Kierling, Austria (1924). Tras su pulcra apariencia de oficinista, se sintió un paria entre familiares, entre judíos, entre escritores, entre checos y alemanes. Aseguró una vez y otra que sólo sabía vivir para escribir, pero cuando, avanzada la tuberculosis, vio próxima la muerte, dio instrucciones para que destruyeran su obra. Tuvo amigos que las desobedecieron y así, quizá contra sus propósitos, heredamos un puñado de relatos desconcertantes, con aire de parábola privada de moraleja, que fascinan y perturban por igual y que han dado su nombre al sentimiento contemporáneo de lo absurdo.
La inquietante metamorfosis de Gregor Samsa, la triste decadencia del artista del hambre o la fidelidad patética del oficial del penal retratan con escueta minuciosidad y frío humor los sinsentidos y pesares de la condición humana en nuestro tiempo.