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Tras once años de ausencia, la protagonista de El río vuelve a los escenarios de su niñez.
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Tras once años de ausencia, la protagonista de El río vuelve a los escenarios de su niñez. El pueblo por el que correteaba los veranos ya no existe, ha sido cubierto por las aguas del pantano, y solo emerge, como inquietante aparición, con el calor de agosto.
Desde esa presencia irreal y envolvente, Ana María Matute nos ofrece la visión de una infancia tan mágica como irrecuperable. Los lobos, los mendigos, los disfraces, la muerte de un niño, la niebla, las nubes o el eco son algunos de los elementos de esa evocación, que integra realidad y misterio. «Yo creo que la infancia, y no solo para mí, sino para la mayoría de la gente, es algo que marca para siempre. Aunque la quieras olvidar no puedes… Y todo lo que se ha vivido de niño, por lo menos las cosas más llamativas, las que más te han impresionado, eso perdura a lo largo de los años». Ana María Matute (fuente:editorial)
Barcelona (1926-2014). Fue la segunda de los cinco hijos de una familia conservadora y religiosa. Su padre fue dueño de una fábrica de paraguas. Padeció muchas enfermedades durante su niñez y se crió durante la guerra civil. Escribe en una manera muy sencilla y clara, con muchos detalles y un ritmo casi poético. Su estilo narrativo es delicado, poderoso, y muy franco. Es la única mujer miembro de la Real Academia de la Lengua (le corresponde el sillón de la letra k), y la tercera que, en los tres siglos de vida de la institución. En 2010 recibió elPremio Cervantes.