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Poco antes de morir, Chulkaturin decide iniciar un diario con el que se despedirá de este mundo. No sabe qué puede contar, pues se considera, simplemente, un hombre superfluo, prescindible por completo.
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"Poco antes de morir, Chulkaturin decide iniciar un diario con el que se despedirá de este mundo. No sabe qué puede contar, pues se considera, simplemente, un hombre superfluo, prescindible por completo. Su infancia fue normal y no ha hecho nada reseñable en toda su vida. Tampoco se ha preocupado por sus relaciones con los demás. Ni siquiera cuando conoció a Yelizaveta... El concepto de hombre superfluo, como hombre inteligente, sensible e idealista pero nihilista e indeciso, se hizo popular gracias a la publicación de esta obra de Iván Turguénev en 1850. Este es un personaje tipo en la literatura rusa del siglo xix y su recurrente presencia en poemas, novelas y teatro acabó convirtiéndolo en un arquetipo nacional. Juan Berrio ha ilustrado magníficamente este clásico inolvidable." (fuente:editorial)
(Oriol, Rusia, 1818-Bougival, Francia, 1883) Escritor ruso. Perteneciente a una familia noble rural, pasó su infancia en la hacienda materna, hasta que se trasladó a Berlín para seguir estudios superiores, momento en que entró en contacto con la filosofía hegeliana. De vuelta a su país, inició su carrera literaria con relatos que se inscriben dentro de la estética posromántica del momento (años treinta), mientras trabajaba como funcionario público, cargo que abandonó en 1843 por un gran amor, Pauline Viardot, cantante rusa constantemente en gira, con la que Turgueniev mantuvo una apasionada relación. Con la publicación en 1852 de Apuntes de un cazador consolidó su fama de escritor, al tiempo que era condenado al destierro de sus propiedades por parte del gobierno con motivo de un artículo sobre Gogol, autor considerado subversivo. Siguió escribiendo relatos, hasta que publicó su primera novela, Rudin (1856), en la que desarrolla por extenso su teoría de los hombres "superfluos", jóvenes intelectuales formados en la universidad e inflamados de ideas revolucionarias, incapaces, sin embargo, de operar en la sociedad. Siguen la misma línea las novelas Nido de hidalgos (1859), donde defiende ideas eslavófilas, y Vísperas (1860). En parte como respuesta a las acusaciones recibidas por esta última, de no crear héroes positivos, escribió Padres e hijos (1862), en la que retoma sus ideas sobre los nuevos hombres progresistas, que él denominó "nihilistas", y con la que le llegó el reproche de los críticos sobre su condición de rentista que alienta de forma prudente, y sólo con la pluma, ideologías reformistas. Turgueniev, dolido, se mantuvo a partir de entonces alejado de las controversias ideológico-políticas del momento, mientras ya estaba definitivamente instalado fuera de Rusia, a caballo entre Alemania y Francia y se dedicaba a escribir algunas novelas cortas (Aguas primaverales, 1870), relatos y algún drama y poemas en prosa. Murió en Francia al lado de Pauline, la familia de ella y algunos amigos escritores.