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Cuentos inquietantes Ver más grande

Cuentos inquietantes

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Leyendo estos relatos, los amantes del escalofrío exquisito se adentrarán en atmósferas subrepticiamente inquietantes que inciden en la falacia de la apariencia haciendo realidad la premonición de Borges: «Cualquier instante puede ser el cráter del infierno».

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    Leyendo estos relatos, los amantes del escalofrío exquisito se adentrarán en atmósferas subrepticiamente inquietantes que inciden en la falacia de la apariencia haciendo realidad la premonición de Borges: «Cualquier instante puede ser el cráter del infierno».

    Los cuentos inquietantes aquí reunidos, buena parte de los cuales han permanecido inéditos en castellano hasta hoy, lo son cada uno a su manera. Algunos se escoran levemente hacia lo sobrenatural, en la línea de los geniales relatos de fantasmas de Henry James, historias en las que el elemento ultraterreno sobrevuela la cotidianidad de modo casi imperceptible: sutilmente invasivo, tan evanescente en ocasiones que la duda atenaza al lector hasta el final provocándole una deliciosa inquietud. Y en otros (más desasosegantes si cabe, por cuanto prescinden de lo asombroso) el misterio se oculta en la propia mente, en las ambiguas actitudes de personajes que se nos antojan perturbadores gracias a la pericia de la autora para manejarse en los meandros de su psicología. Una auténtica obra maestra de lo oscuro que se esconde tras lo cotidiano. (fuente:editorial)

Edith Newbold Jones (nombre de soltera de Edith Wharton) nació en Nueva York en 1862, en el seno de una rica familia del mundo financiero. Con ella pasó parte de su infancia viajando por Europa, y, de vuelta a Nueva York, fue educada por institutrices. A los veinticinco años se casó con Edward Robbins Wharton, un graduado de Harvard doce años mayor.

El conflicto entre sus inquietudes artísticas y literarias y el papel que tenía asignado como dama de la alta sociedad fue causa de contrariedades y de una grave depresión, pero también fuente de inspiración. En 1878 había publicado privadamente un volumen de poesías, y en 1897 un libro de decoración contra la estética victoriana, The Decoration of Houses (en colaboración con el arquitecto Ogden Codman), pero hasta 1902 no se atrevió con la que habría de ser su primera novela, The Valley of Decision, y no sería realmente reconocida hasta la segunda, La casa de la alegría (1905). A ésta siguieron, entre otras, The Fruit of the Tree (1907), Ethan Frome (1911; ALBA CLÁSICA, núm. XCV), El arrecife (1912; ALBA CLÁSICA, núm. LXI), Las costumbres nacionales (1913; ALBA CLÁSICA MAIOR, núm. XXXVIII ), La edad de la inocencia (1920), por la que recibió el premio Pulitzer, y Los niños (1928; ALBA CLÁSICA, núm. LXXV), además de un gran número de relatos. En 1910 se estableció en París, y tres años después se divorciaría de su marido. Su contribución a la causa aliada en la Primera Guerra Mundial le valió la Legión de Honor. Murió en 1937 en Pavillon Colombe, su casa en Saint-Brice-sous-Fôret.

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