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Cuando existíamos como familia, había electricidad, y vehículos particulares, y trenes de alta velocidad, y ordenadores, y redes sociales.
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Cuando existíamos como familia, había electricidad, y vehículos particulares, y trenes de alta velocidad, y ordenadores, y redes sociales. Había calor en los hogares, y había sitios llenos de productos que podían comprarse para ser consumidos. Pensar en familia era retroceder a los tiempos remotos antes del Impacto. Tengo pocos recuerdos de esa época, y los que tengo, son apensas consistentes y a veces, se confunden con los sueños. Mi nombre es Max Azul, pero no soy quien digo que soy. Soy otro en este otro mundo, el de después del Impacto. (fuente:editorial)
| Páginas | 264 |
Escribe desde muy jovencito. De la misma manera que le apasiona escribir e inventarse historias, también le gusta pintar y por eso ha hecho la carrera de Bellas Artes. Ha estudiado en Berlín y ha hecho algunas exposiciones. Ahora, en cambio, quiere vivir de la literatura. Jugar con las palabras, decidir cómo explicará aquello que quiere explicar. No sabe si se puede llamar estilo, pero le gusta pasar desapercibido entre las líneas, expresarlo todo de una manera natural, sin que se vea apenas la mano del escritor. Una obra está acabada cuando el lector la ha leído: justo entonces se completa el ciclo de la literatura, la tarea común entre quien escribe y quien lee. Por otra parte, siempre le maravilla el momento mágico en que los personajes de las historias saben ir solos mientras escribe, se limita a acompañarlos. (fuente:editorial)