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Publicado parcialmente, sin la prosa, hasta ahora, Álvaro de Campos es el heterónimo más leído de Fernando Pessoa. Es el autor de algunos de los mayores poemas lírico-dramáticos de la literatura portuguesa y de las grandes odas del movimiento sensacionista, así como de las «Notas para el recuerdo de mi maestro Caeiro».
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Publicado parcialmente, sin la prosa, hasta ahora, Álvaro de Campos es el heterónimo más leído de Fernando Pessoa. Es el autor de algunos de los mayores poemas lírico-dramáticos de la literatura portuguesa y de las grandes odas del movimiento sensacionista, así como de las «Notas para el recuerdo de mi maestro Caeiro».
En su poema más célebre, «Tabaquería», Campos dice no ser nada, pero también declara tener en sí mismo todos los sueños del mundo. No es nada, pero ha «soñado más que Napoleón»; no es nada, pero es «forastero, tourist, transeúnte»; no es nada, pero ha estrechado en su «pecho hipotético más humanidades que Cristo»; no es nada, pero pasa «por los intersticios de todo»; no es nada, pero ha «hecho filosofías en secreto que no escribió ningún Kant».
Campos es un vagabundo, un marginal, un intruso; es el que se niega a ser como los otros («¿Me queríais casado, fútil, cotidiano y tributable?»), el que reniega de cualquier clasificación o confinamiento. En esta edición, Jerónimo Pizarro y Antonio Cardiello, dos de los más activos estudiosos del archivo pessoano, organizan en un único volumen todos los textos atribuidos o atribuibles a Álvaro de Campos. (fuente:editorial)
Nació en Lisboa en 1888. Creador de los movimientos portugueses de vanguardia conocidos como paulismo, sensacionismo e interseccionismo y fundador de revistas como Orpheu y Athena, constituye una de las figuras más complejas de la poesía del siglo XX. Su obra se desdobla de manera genial en los escritos de varios «autores ficticios» de su propia invención, mejor conocidos como heterónimos. Huérfano de padre a los cinco años de edad, recibió su formación académica en Durban, África del Sur, donde vivió desde 1896 hasta 1905, debido al cargo de cónsul de Portugal que ocupaba su padrastro en esa ciudad. Desde entonces sus primeros desdoblamientos literarios comenzaron a hacerse realidad, cuando el poeta, con sólo seis años de edad escribe cartas –y las responde– al imaginario Chevalier de Pas, el cual habría de dejar la vía libre a Alexander Search. Este último, tras cuya máscara Pessoa dio a conocer sus poemas en inglés, es de gran importancia por cuanto constituye la génesis sudafricana de los personajes pessoanos de la madurez. Cuando contaba con 17 años de edad decidió regresar a Lisboa con el fin de instalarse allí definitivamente, abandonando sus estudios en la Universidad de El Cabo donde además de ser un destacado estudiante había recibido el prestigioso premio de ensayo en lengua inglesa Queen Victoria Memorial Prize en 1903. Tras una breve estadía en la Universidad de Lisboa, dejó los estudios y se empleó como traductor y redactor de correspondencia mercantil. En 1912 se integró a la vida intelectual con la publicación de dos artículos, firmados por el ortónimo Fernando Pessoa, en la revista A Águia de Oporto. A partir de entonces comenzó a participar de la vida pública en los cafés capitalinos, relacionándose con destacadas personalidades del modernismo portugués, como lo fueron Mario de Sá-Carneiro, Almada Negreiros y Santa Rita Pintor. Es la época más prolífica del autor marcada por la aparición en la escena literaria de Álvaro de Campos y por la fundación de las revistas Orpheu(1915), Portugal Futurista (1917) y Athena (1924), publicaciones efímeras pero explosivas que dieron vida a las vanguardias portuguesas. Después de un ataque de delirium tremens en 1932, Mensaje, su único libro en portugués publicado durante su vida, recibió el segundo lugar en el premio Antero de Quental promovido en 1934 por el Secretariado de Propaganda de la dictadura salazarista. El 30 de noviembre de 1935, probablemente como consecuencia de un colapso hepático, murió Fernando Pessoa dejando a la posteridad un legado artístico e intelectual de cuyas dimensiones aún no se tiene conciencia ni conocimiento suficiente. En efecto, al revisar sus pertenencias en 1942 fue hallado un «baúl lleno de gente», según palabras de Antonio Tabucchi, en el cual el poeta guardaba su enorme obra inédita en verso y en prosa, firmada no sólo por los personajes mencionados, sino también por una constelación de máscaras literarias de las que aún hoy quedan numerosos inéditos. Roman Jakobson dejó escrito que se debe incluir a Pessoa entre los grandes artistas mundiales nacidos en la década de los ochenta: Stravinsky, Picasso, Joyce, Braque, Klebnikov, Le Corbusier.