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El libro de las obras divinas Ver más grande

El libro de las obras divinas

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El pensamiento teológico de Hildegarda de Bingen culmina en el Libro de las obras divinas, una obra que nos ayuda a situarla en el contexto de los filósofos y teólogos del siglo XII preocupados por un acercamiento a la naturaleza y la historia.

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    El pensamiento teológico de Hildegarda de Bingen culmina en el Libro de las obras divinas, una obra que nos ayuda a situarla en el contexto de los filósofos y teólogos del siglo XII preocupados por un acercamiento a la naturaleza y la historia.

    Hildegarda de Bingen desarrolla un tratado cosmológico con la topografía de la salvación y la condenación, las edades del mundo y la discusión sobre la creación del mundo y el final de los tiempos, además de la intervención en la Historia de dos grandes manifestaciones divinas, Sapientia y Caritas, fuerzas amorosas que han creado y sostienen el mundo.

    El Libro de las obras divinas es un ascenso espiritual que hace de la experiencia interior un "envío", un mensaje que debe ser entregado a otros. (fuente:editorial)

    Páginas 616

La abadesa de Bingen es una de las mujeres más representativas de la Edad Media occidental, con una gran influencia en la historia de su tiempo. Ofrece un ejemplo excepcional de lo que una mujer podía realizar en el siglo xii, tanto en el plano de la acción como en el de la vida religiosa, científica y artística. Su figura se impone por la cualidad de sus experiencias, por su curiosidad científica y por su energía reformadora.


Fue una mujer culta (conocedora de Lucano y Cicerón), una de las místicas más importantes de todos los tiempos y, además, compositora, poetisa, conocedora de las plantas y animales (identificó una cuarentena de peces que vivía en los ríos próximos a su convento), observadora de los fenómenos naturales, de los caracteres y enfermedades humanas, interesada por los mitos cosmológicos, las fantasías y los símbolos del mundo.

Rompió las barreras morales y físicas de su época al fundar su propio monasterio en un siglo en el que las órdenes femeninas dependían enteramente de su alianza con una orden masculina a la que se sometían. Siguió con gran atención los movimientos políticos y espirituales de su tiempo, manteniendo una abundante correspondencia con papas, emperadores, obispos, abades, en la que reclamaba valientemente atención a sus propuestas de reforma y en la que denunciaba la corrupción y la simonía.

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